lunes, 8 de marzo de 2010

Poesía mística: Cruzando límites - Entrevista a Afhit Hernández

Por Arianna Marín Vatta

Dice Jorge Luis Borges: “Al cabo de los años he observado que la belleza, como la felicidad, es frecuente. No pasa un día en que no estemos, un instante, en el paraíso.” Afhit Hernández parece coincidir con esta idea de Borges cuando responde a mi pregunta sobre el cómo saber qué es lo bello y qué no. Le pregunto basada en un pensamiento que vi una vez en una película y se me quedó grabado: “¿Quién dice que el asesinato no es un arte?”, continuo, “Y al final de cuentas sí, pero como definir si es bello o no?”

“Muy bien, ese es uno de los grandes problemas de la literatura y de la filosofía. Qué es lo bello y qué no. La belleza es lo sagrado. ¿Y qué es lo sagrado? Se pregunta Afhit de un modo un tanto filosófico mientras se hace hacia adelante sobre la silla en la que está sentado y se gira un poco hacia mi para darme respuesta.

Lo sagrado es ese lugar tanto físico como interior que uno no puede pisar sin correr el riesgo de morir. Y yo creo que por ahí va la belleza también. No de morir necesariamente una muerte fenoménica pero sí. ¿Me entiendes Arianna?

Sí, sí entiendo.

Bien, eso es en cuanto a la poesía, ahora, en cuanto a la poesía mística hay otro problema también. El hombre siempre ha necesitado de guías, de caminos y existe una gran necesidad del hombre de saber qué hay más allá. Es una necesidad metafísica. ¿Por qué bailamos? ¿Por qué escribimos? ¿Por qué hacemos cortometrajes? Yo creo que siempre hay algo más allá; algo que avienta.

Resulta irónico asistir a una entrevista de este estilo con la idea de que la mística es solo una cuestión de creencias y salir con otro concepto completamente diferente. La idea del diálogo anterior va ligada a una explicación que continúa Afhit sobre como todas las culturas, por más diversas que sean, tienen elementos en común agrupados en lo que es la teoría llamada “mística” o “misticismo”. Con ello enlaza precisamente el tema central de esta entrevista cuando prosigue a definir tal concepto.

“Proviene de la palabra griega que significa “mantener los ojos cerrados”, pero la característica principal de la mística es que el hombre se desprende del mundo y se da cuenta que se ha unido a una realidad más profunda que no entiende. El hombre se ha unido al todo siempre, en algún momento. Algunos en la cotidianeidad. El mejor espacio para hablar de la mística es la poesía. La mística para entender el conocimiento lleva cuatromil años y es un camino al conocimiento también, así como la ciencia. Necesitas claro un gurú para que te guíe, tal y como necesitarías a un maestro de matemáticas para entenderlas.” Afhit hace una ligera pausa y automáticamente surge una nueva pregunta por parte de una de las entrevistadoras presentes.

Afhit, ¿cómo descubriste ese misticismo dentro de tí para poder escribir los poemas que escribes?

La pregunta que no quería que me hicieran. No debes de meterte en eso si no lo tienes desde adentro, porque por más que quieras abordarlo desde afuera para entenderlo tienes que tener cierta sensibilidad hacia ello. A mi lo que me pasó fue que conocí a una gran gurú.

Afhit sonríe mientras regresa en su memoria a uno de los días que lo han marcado más en su vida. Recuerda la mala actitud con la que fue a visitar a esta gurú y el cambio que sintió al estar en su presencia. Su actitud hacia la mística y este tipo de prácticas y creencias cambió completamente desde ese momento. “Cuando paso en frente de esta mujer “chiquitita” que se echó un discurso de una hora, fue una cosa extraordinaria, no se los puedo ni decir y no me importa si no me creen, yo se lo que sentí y eso es lo que importa. Pasaron semanas y yo seguía todavía oyendo campanitas”. Esta última frase desata un coro de risas en el salón.

Esta parte del diálogo me remite a un poema que leí en el blog de Afhit hace algunos días: “Créeme una cosa, sin embargo/ nada me importa lo que digan/ pues, yo no persigo la Verdad, sino la Belleza.” Esto me trae nuevamente al tema de la belleza en la poesía mística de Afhit y me trae precisamente a enlazar todos los puntos tocados hasta este momento en la entrevista. El misticismo busca unir el todo; en palabras de Afhit: “Se anula el principio de identidad. Te conviertes en Dios, en el cosmos, la naturaleza, la Gaia, o como quieras llamarlo. Deja de existir el yo; se pierde la individualidad.” Y en cuanto a la belleza, otra vez en palabras de Afhit: “La belleza es aquello que lo toca todo”. Por lo tanto, la belleza toca al misticismo y lo místico toca a la belleza a su vez. Se cruzan en la nada y en el todo, en la renuncia y en el exceso. Es una unión prácticamente indescriptible, lo que me lleva a hacer una pregunta:

¿La palabra no te significa a veces de cierto modo una limitación a expresar lo que sientes?

Brillante tu pregunta porque es una pregunta que se hizo Aristóteles. Sabes que es lo que pasa, es que hay una falacia en todo esto. A los poetas les encanta decir que la palabra no alcanza. No es cierto; alcanza, y alcanza bien porque al fin y al cabo lo dice, ¿no? Si escribes un poema y te quedas con la sensación de que no dijiste aquello que querías decir…

Buscas la manera de hacerlo, pero ¿qué tal que no la encuentras?

Y no la vas a encontrar pero cuando alguien llega a decirte que no pudo decir algo que quería decir, ya lo está diciendo. Lo dijo, ¿no? Pero si es cierto, tienes toda la razón, la palabra siempre va a limitar. ¿Por qué? Porque el concepto es una limitante en sí. Por eso hubo filósofos que incluso se inventaron palabras nuevas porque no les alcanzó el lenguaje para decir lo que querían. Pero la poesía nos alcanza.

Cierro la entrevista con esta última que me parece la frase central. “Pero la poesía nos alcanza”, dice Afhit con un sonrisa que hubiera podido ir acompañada de un suspiro de satisfacción. La poesía alcanza cuando es bella; cuando está en el terreno de lo sagrado incluso sobrepasa los límites verbales. “La poesía mística es un diálogo con tu propia alma”. Se refiere a ese diálogo con un alma que está tocando “el todo” pues ha perdido su individualidad para fundirse con esa unión de la que se hablaba anteriormente. Ese cruce entre el todo y la nada, entre el vacío y la totalidad, entre la renuncia y el exceso. Ese punto de éxtasis que sólo lo sagrado puede tocar; que sólo la belleza conoce. La poesía sí puede expresarlo; nos trae evidencia de que el paraíso puede alcanzarse en vida.

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